
Trayectoria de un arquitecto en formación
Hoy les traigo una publicación más bien de tipo recreativo, donde les contaré algunas de las situaciones más divertidas o dramáticas que me han pasado en el mundillo laboral, trabajando como arquitecto. Dejemos los artículos serios por un momento.
Antes, unas palabras para resumir mi trayectoria profesional: empecé estudiando arquitectura, a mitad de carrera busqué trabajo de dibujante, cuando me gradué seguí de colaborador de arquitecto pero como freelance y luego me lancé con mi primera oficina, compartiendo el espacio con tres colegas. Durante esos 20 años, desde mis inicios como estudiante hasta ahora, han sucedido cosas que siempre recordaré y que son dignas de contar.
1. En la Universidad San Buenaventura de Cali
El profesor de la materia Urbanismo, durante una de mis exposiciones sobre algún tema que ya no recuerdo, me dijo: “Usted no sirve para esto, busque otra carrera”. Hay que decir que yo no asistía mucho a sus clases tampoco, y quizá estaba ardido por mis ausencias. A la hora de mi presentación (seguramente era muy mala también, no recuerdo), me salió con esa frase. Por esta y otras razones personales que me tenía muy desmotivado, abandoné la universidad sin ánimos de volver.
2. En la Universidad Javeriana de Bogotá
Empecé a interesarme por la historia de la arquitectura y el urbanismo. Mi talón de Aquiles era la materia de construcción y cálculos, no lograba pasarla con un buen promedio. Nunca me imaginé que una década después me iba a convertir en un arquitecto constructor.
3. Una tarde, saliendo de Taller (la materia de diseño)
Rumbo a la cafetería, quedé hipnotizado por el “caminao” de una de mis compañeras caleña. Me enamoré. La relación duró un par de años, y tras la ruptura, la tuza fue tan grande que dejé la universidad por segunda vez para irme de Colombia y terminar la carrera en algún país del viejo continente. (escribí un corto cuento si lo quieres leer)
4. Una vez aceptado en mi futura universidad
Solicité una habitación en las residencias estudiantiles del campus (Marsella – Francia). Primer choque cultural. Cuando me entregaron las llaves de mi cuarto, subí ansioso a conocerlo. 9 m2 de austeridad, repartidos en un mini clóset con lavamanos incluido, espejo, una repisa, una ventana hacia las montañas, y una cama vieja. La cocina era a mitad de pasillo, compartida. ¿El baño? Al final del pasillo, compartido con las otras trescientas habitaciones, !gracias! Me senté en la cama unos minutos, bajé a la recepción y devolví las llaves.
5. Mi primer apartamento se me antojó un palacio
Después de esto. Podía gozar de un cuarto amplio y luminoso, una cocina, un clóset, ¡y un baño privado! Fue tan especial ese primer apartamento, que terminé llamándolo “Hostal Colombia” por los muchos compañeros y compatriotas que tuve el placer de hospedar durante los años de estudios.
6. Trabajé en un taller de arquitectura
De tamaño medio (10 personas), con cierta reputación en la ciudad, no tanto por la calidad de sus obras pero si por la antigüedad de sus fundadores. El trabajo era bastante aburrido: renovar sucursales bancarias, y mi labor era dibujar los planos, todo se repetía, los mismos elementos siempre. Un día, me asignaron un proyecto diferente, el teatro de la Ópera. La idea era hacer un levantamiento del lugar con el fin de instalar una iluminación especial. Fue mi primer trabajo complejo. Nos habían entregado un plano en corte y había que ajustarlo. Las medidas no me cuadraban, visité varias veces la Ópera para rectificar medidas, y nada. El error en el plano original tenía que ser la causa. Mi jefe, exasperado, arguyendo mi torpeza de novato, terminó por acompañarme al teatro para rectificar medidas. Recuerdo su tono despectivo, su ego por las nubes, y la absoluta jartera que le provocaba tener que ir a hacer un trabajo de principiante. Se subió al escenario y con un gritó me pidió que le pasara el metro. Se acercó mucho al borde y en una fracción de segundo, cayó al foso de los músicos. Se fracturó una clavícula, un brazo y la nariz. Tuvo suerte de no matarse con la caída de tres metros de altura, pues hubiera podido quedar como carne de pincho entre los pupitres de los músicos. Lo mejor de todo fue que mis medidas si estaban bien, el error estaba en el plano inicial.
7. En otra oficina pequeña (4 personas)
Trabajé para un arquitecto quien hacía poco había sufrido un incidente bastante grave en una obra. El cliente y propietario, a quien se le había advertido que era mejor no entrar en la construcción (siempre debe agendarse una cita con el arquitecto responsable y las medidas de seguridad adecuadas), un día le dio por pasar sin avisar. Se subió a los andamios, se subió a una viga del segundo piso y empezó a recorrer el edificio. Dio unos pasos en reversa, enredó su pantalón en algún gancho, cayó hacia atrás pero quedó agarrado de una pierna, lo que hizo que su cuerpo se balanceara cabeza abajo, con gran fuerza. Como una piedra amarrada a una cuerda, su cabeza pegó con la columna, y pasó a mejor vida, en el acto.
8. Durante una demolición de un restaurante
En la cual yo era el residente de obra, una tarde me llamaron de urgencia porque había ocurrido un accidente. Sin mucho reflexionar, los obreros se pusieron a demoler unas vigas y unas columnas en desorden, y una de ellas cayó antes de lo previsto sobre la espalda de uno de ellos. Era una viga pequeña, tuvo suerte que quedara apoyada sobre unos escombros al caer, de manera que no lo aplastó, no le cayó completamente encima, dejándolo atrapado. Cuando llegué a la obra, el muchacho seguía en el piso, muy adolorido y con una herida en la media espalda. Cogí mi celular, llamé a Superman, y lo llevamos a urgencias, no fue nada grave, fue más el susto. Bueno, lo de Superman no es cierto, pero las dos anécdotas anteriores si fueron reales.
9. Como arquitecto constructor
Se cometen errores, eso es inevitable. Con el paso de los años y la acumulación de “horas de vuelo” en las obras, se adquiere una experiencia cada vez más grande, lo que quiere decir que entre más pasa el tiempo, menos errores cometemos. Los errores cometidos, no se repetirán. En este blog he relatado algunos de los errores que he cometido durante mis obras y he hablado sobre varios problemas que he tenido que solucionar. La intención de esta página web es mostrar la cara humana de nuestra profesión y el respaldo que ofrecemos como constructores. No somos perfectos, somos seres humanos, obreros, maestros, clientes, arquitectos. Siempre habrá problemas en una obra, siempre. El reto es poder minimizar su impacto, prever la solución o hacer una buena planeación para tratar de evitarlos por completo. Y en eso he sido muy claro desde el principio con el tono de estos artículos. No me avergüenzan mis errores, al contrario, los asumo y me fortalecen, y para la dicha de todos ustedes, se los relato con algo de humor de por medio.
10. Una vez me equivoqué
Con la medida de un gran ventanal durante la remodelación de un apartamento. La intención era agrandar las ventanas del comedor que daban hacia el jardín. Después de la demolición y el refuerzo estructural, no rectifiqué medidas en conjunto con el carpintero responsable de la ventanería. Si quiere leer el desenlace, lea: Ojo con la ventana.
11. En otra ocasión no rectifiqué
Una medida durante la obra de otro apartamento. La intención era acomodar un gran sofá que poseía el cliente y ubicarlo a cierta distancia de la televisión, de manera que cupiera detrás de este espacio, dividido por un muro bajo, el estudio con la biblioteca. La idea era acomodar el gran sofá en la sala, y los escritorios existentes en el nuevo estudio. Ya finalizando la obra, el mismo cliente tomó un metro y se dio cuenta que los muebles no cabrían como estaba previsto, y sobre todo, que el sofá quedaría demasiado cerca la televisión. Si quiere leer el desenlace, lea: La distancia entre sofá y TV.
12. Este año
Durante la intervención en un apartamento en un sexto piso, donde convertimos el balcón de 12 metros lineales en una gran marquesina para agrandar el espacio interior, tuve que resolver muchos imprevistos. Lo invito a leer este apasionante relato de las dificultades que se presentan con frecuencia en las obras: 7 problemas bien resueltos.
13. Durante la construcción
De una sede de un restaurante muy popular, a la hora de fundir la placa del segundo piso, el maestro de la obra se “pasó de maracas”. Explicación: la estructura de la edificación era en metal y sus placas de entrepiso en Steel Deck. En vez de vaciar el concreto con un espesor de 10 cm, que es lo normal para este tipo de placas, lo hizo con un espesor de 20 cm. Ya se imaginarán mi cara cuando me di cuenta del error al día siguiente. Rápidamente alquilé unos martillos demoledores y desbastamos los 10 cm sobrantes, que de hecho generaban una carga muerta importante para la estructura, y utilizamos los escombros como relleno en los rellenos de los andenes exteriores.
14. Es bien sabido que en las demoliciones
Ciertos elementos se retiran intactos, pudiéndose reutilizar. Es una costumbre entre los obreros pedir regalada la chatarra y el cableado que se va sacando puesto que pueden venderlo por peso y así completar para “la gaseosa”, como dicen ellos. Hay demoliciones en donde se debe controlar muy bien lo que sale en buen estado y lo que no, con frecuencia el cliente tiene destinada una segunda vida a ciertos elementos, como por ejemplo, llevarse los muebles de una cocina vieja para la casa del mayordomo. Un día llegué temprano a la obra, antes de lo habitual, y el maestro ya tenía empacado en una camioneta todas las tejas que resultaron en buen estado, sin consultarme. Le hice vaciar la camioneta y lo despedí.
15. Al retirar una estantería de madera
Que servía de biblioteca, los obreros se encontraron una caja fuerte incrustada en el muro. Yo estaba ausente, pero puedo imaginarme perfectamente la emoción del obrero al descubrir la caja. Sin decirle a nadie, la reventó (era una caja metálica sin mucha resistencia, fácil de abrir), y tras haber escondido el tesoro, le anunció al maestro el hallazgo. Al llegar a la obra, los confronté a todos, les hice vaciar los morrales y quitarse la ropa en frente a la policía. No encontramos nada. Al día siguiente madrugué a la obra y encontré el tesoro escondido: unos aretes de fantasía. Asimismo, supe quién había sido el autor. La clienta me confirmó que no había dinero ni objetos de valor, ya que la había desocupado previamente. El caso quedó cerrado y nunca más volví a contratar al ladrón.
16. Y cuando Batman se clavó una puntilla
En la obra, me desperté! Hasta aquí con las anécdotas reales de obras reales. Tengo muchas más, pero dejemos material para un próximo artículo. No quiero aburrirlos.