
En esta ocasión voy a contarte un error que cometí cuando realicé una de mis primeras obras de remodelación.
El contexto: remodelación total de una casa antigua, en el centro de la ciudad. Sólo se dejó la fachada hacia la calle intacta, todo por dentro se demolió, y la fachada trasera, hacia el jardín, se restauró.
El cliente: una pareja joven con un niño pequeño, ella policía y él policía anti-motines, traducción, mucho músculo a la vista y una actitud decidida.
El detalle del diseño: ampliar el ventanal de la sala que mira hacia el jardín. Para esto fue necesario hacer un refuerzo estructural, instalar un súper dintel en viga metálica que cubriera una luz superior a 4 m. Al ser los muros de carga de la fachada en piedra maciza, les ahorro el detalle que me tocó hacer para insertar el refuerzo estructural.
El problema: cuando ya la obra estaba casi terminada, el contratista de las ventanas llegó a instalar su material. El famoso ventanal de la sala había quedado corto, a 30 cm del borde. Durante el acondicionamiento necesario para realizar el refuerzo estructural del dintel, las cotas del ancho del ventanal cambiaron. Cuando el carpintero pasó por la obra al inicio, había tomado las medidas existentes, pero al final éstas se ampliaron y yo olvidé transmitirle la información.
El cliente se molestó, arguyendo que el error había sido mío y no del carpintero, que nada tenía que ver con el refuerzo estructural. Tenía razón!
Cuando nos reunimos a tratar de resolver el problema, le planteé algunas alternativas para solucionarlo. En realidad no era complicado, y teníamos dos opciones. La primera, centrar el ventanal y completar los huecos a ambos lados en mampostería o en con un marco del mismo material de la ventana, la segunda, dejar el ventanal tal cual y completar en un solo costado.
Ni lo uno ni lo otro. El cliente quería ver su piedra, original, sin añadidos y sin remiendos. Había sido muy enfático en la textura de la sala al interior, y tenía razón. Decidí entonces llegar a un acuerdo con el carpintero para que se llevara la ventana y la modificara al ancho justo.
Esto implicaba gastos en transporte, desmonte de la estructura, cambio del ancho de los vidrios, siempre y cuando pudiera reutilizar los antiguos módulos, cambio de perfilería superior e inferior, montaje de nuevos vidrios y transporte de nuevo a la obra, incluida su segunda instalación.
El error: todos los contratistas, normalmente, toman sus medidas para la fabricación de elementos una vez la obra está avanzada y no va a sufrir más cambios. En este caso, para agilizar todo, se tomaron las medidas demasiado pronto y no tuve la precaución de rectificarlas en curso de fabricación.
¿Mis honorarios? Bien gracias, quedaron en manos del carpintero, a quien tuve que pagar una buena suma para que rectificara el ventanal. El cliente quedó satisfecho con el resultado y con el conjunto de la obra.
El día de la inauguración de su casa hizo una cena con algunos amigos y me invitó, momento oportuno para sacar a relucir las anécdotas de la obra, entre ellas el episodio de la ventana. De la reunión surgió un nuevo cliente, quien más adelante me contactó para diseñar su futura casa.
Ser correcto y tener ética profesional trae sus frutos.