La segunda remodelación importante, registrada en los libros de historia, fue la del baño de Louis XIV.
Encontré un artículo que habla de la higiene y vida cotidiana en el Palacio de Versalles del siglo XVII. Aquí va el resumen:
“…si le pedimos a un estudiante citar algún rey francés, es muy probable que surja el nombre de Louis XIV. Los retratos siempre muestran un rey majestuoso, alto, erguido, de mirada intimidante y rostro agraciado. El ropaje siempre fue pomposo y denotaba su inmensa riqueza…
Pero, como sucede en muchos casos de la historia, la verdad no era precisamente ésa. Louis XIV era un rey sucio, como muchos otros. De hecho, bajo su apariencia majestuosa, el Palacio de Versalles era el lugar más sucio de todo el reino. Hasta los cortesanos descargaban sus necesidades corporales bajo las escaleras y detrás de las cortinas.
Louis XIV no se bañó en toda su vida. (Apague y vámonos!)
Y este hecho nadie podía reprochárselo puesto que en esa época la medicina consideraba que bañarse era peligroso para la salud ya que facilitaba la entrada de microbios al organismo.
El rey expedía continuamente un hedor que era insoportable en su entorno, y él era consciente de ello ya que abría todas ventanas del lugar donde se encontraba.
La higiene de Louis XIV era tan deplorable que sus empleados ya ni luchaban contra las pulgas que paseaban a sus anchas por la cama real. El rey se ponía una camisa limpia por la mañana, se frotaba la cara con un trapo húmedo, y, a la usanza de la época, se echaba encima cuanto perfume podía, lo que disimulaba muy mal su olor corporal.
Como diría un colega mío, eso es como perfumar un boyo!
¿Qué tiene que ver todo esto con las remodelaciones? Ya vamos para allá!
Después de la muerte de Louis XIV, Doña Madame de Maintenon, exclamó:
-Me haría muy feliz que este inodoro se pudiera lavar con agua corriente.”
No sé bien a quién le solicitó esta tremenda empresa (mi oficina todavía no existía), pero el caso es que nació el primer inodoro en el territorio francés con suministro de agua corriente.