Una semana de mierda

Hoy les voy a contar una serie de acontecimientos, todos reales, que me sucedieron durante la remodelación de un apartamento al norte de Bogotá. Por el título supondrán que fueron momentos difíciles tanto para mí como para el propietario.

El Contexto: remodelación total de un apto de 240 m2. Demolición completa de todo lo existente, pisos, cielos rasos, carpintería, cocina, closets, baños. El cuarto de servicio se achicó para ampliar la cocina, totalmente renovada. 

El Cliente: Pareja de casados con dos hijos grandes que no viven allí. El señor trabaja todo el día, la señora se ocupa del hogar y de la finca, permanece casi todo el día por fuera.

El Programa: Especial diseño en ampliación de baño principal, vestier nuevo con mobiliario ajustado a las necesidades, ampliación de cocina, instalación de recirculación de agua caliente, renovación de chimenea a gas tipo vent-free. Instalación de piso de madera maciza.

El Detalle: La señora trajo el plomero de su finca para que le hiciera los trabajos de redes de agua a presión y sanitarias. 

Particularidad de la Obra: La red de agua fría y caliente se distribuye por el cielo raso del apartamento y no por el piso como se usa generalmente. Esto facilita las reparaciones en caso de ser necesario.

Recuerdo perfectamente el día en que mi clienta me presentó a su plomero de confianza, el señor Segundo. Me llamó la atención su nombre. No sé si ella le dio el trabajo por ayudarlo o porque le salía más barato que realizarlo con mi plomero. 

La obra empezó y Segundo llegó con su ayudante a hacer lo suyo bajo mi dirección. Con el paso de los días, noté que me hacía preguntas que eran muy obvias para un supuesto plomero experimentado. La obra terminó y todo salió relativamente bien. Tuve que estar encima de Segundo resolviendo los problemas normales que se presentan en las obras de remodelación. 

Entregué la obra con unos 4 días de retraso, nada significativo que entorpeciera la agenda del trasteo. ¿La razón? El maestro de obra tuvo un problema familiar grave, y tuve que buscar su reemplazo, lo que atrasó el conjunto de la obra y su cronograma.

Mi clienta quedó bastante satisfecha con el resultado, siempre fueron muy simpáticos ella y su esposo.

A la semana me llamó por teléfono a pedirme una rápida intervención, había fugas de agua. Cuando llegué al apartamento, pude constatar que el cielo raso en drywall del baño social presentaba una aureola de humedad, la primera fuga. La segunda fue un poco más difícil de localizar, pues habían llamado del apto inferior a quejarse de un goteo que salía por una de las lámparas colgadas del techo. Tuve que revisar exhaustivamente la zona de la cocina y por ensayo y error, determinar la posible fuente del problema. 

Las fugas de agua no siempre son fáciles de detectar ya que muchas veces se presenta como un goteo ligero, y el agua puede “viajar” por las paredes y los pisos antes de salir y manifestarse en algún lugar. Dicho de otra manera: no siempre la evidencia de agua indica que la fuga sea en el mismo lugar, puede estar a varios metros de distancia.

En el baño social fue fácil. Demoler el cielo raso, reparar un accesorio de tubería mal instalado, revisar que no hubiera más goteo, instalar drywall nuevo, lijar, pintar.

En la cocina fue un poco más complejo, pues la fuente de agua provenía de la conexión de la red de agua a presión del apartamento a la acometida del edificio, es decir, en un ducto entre el hall del ascensor y el baño del cuarto de servicio. Para repararla, debí romper la parte superior del muro del hall, cambiar la araña de tubos, verificar, rellenar, pañetar, pintar.

Hasta ahí, todo bien. Un poco de logística con el polvo y los escombros pero nada que traumatizara a mi clienta, quien se sentía bastante avergonzada  y sobre todo arrepentida de haber impuesto su “plomero” en la obra. 

A la semana siguiente, otra llamada, el piso de madera se estaba levantando en el comedor. Fui a verla el mismo día y cité al contratista que me había instalado los pisos. No había una explicación lógica para que la madera se estuviera inflando de esa manera, a no ser que hubiera una fuga de agua…¿Segundo?…¡ese nombre me suena! Decidimos esperar un par de días para ver la evolución del daño, cuando se trata de un goteo, el problema se demora en salir a la superficie.

El carpintero tenía razón, tres días después, empezamos a notar, mi clienta y yo, una humedad incipiente arriba del guarda-escoba en el comedor, justo donde se estaba levantando el piso. Decidí organizar un equipo de trabajo y empezar rápidamente, antes de que se ampliara el daño en el piso de madera. Al día siguiente empecé a romper el muro para descubrir la fuga de agua, y el hueco pequeño previsto se convirtió en una “tronera” por donde se podía pasar un sofá entero del comedor hacia la cocina

¿Por qué resulté haciendo un agujero tan grande? Por lo que les expliqué unas líneas atrás, empecé a seguir la gota de agua hasta encontrar la fuente, y resultó ser una fuga de desagüe, no de presión.

La foto del injerto del tubo naranja (que en realidad se usa para la ventilación) con el tubo amarillo la tomé por dos razones: uno, mostrarle a la clienta la prueba del crimen de su “plomero” Segundo, y dos, guardarla en mi memoria para usarla como referencia.

Se reparó el desagüe, se rectificaron conexiones, se rellenó el muro, se reparó el fondo del mueble de la cocina, se pañetó, y se pintó TODA la pared del comedor, nuevamente. El pedazo de piso en madera soplada se reemplazó, y la clienta, después de haber pagado los daños, volvió a sonreír.

Lección 1: lo barato sale caro.

Lección 2: nunca confiar en los que se hacen llamar “plomeros”, contratar siempre una empresa certificada.